Diariamente, las exportaciones de manufacturas de las distintas naciones se ven enfrentadas a una serie de problemas. Algunos de ellos son de carácter aduanero, donde se denota una ausencia de la homologación requerida; otros se refieren a los registros y las paridades de criterios que debieran existir entre organismos normalizadores y certificadores; y existen aquellos de índole tributaria, que en muchos casos son discrecionales y dejan en desventaja a los exportadores en relación con los productores locales.
Ante esto, es necesario que entremos en una fase de mayor integración a través de la profundización de los ACE que, firmados en la década de los ’90, se han quedado sólo en las desgravaciones arancelarias que a estas alturas casi están completas. Por esa razón tenemos que evolucionar hacia acuerdos de libre comercio que cuentan con disciplinas que sin duda mejorarán nuestra integración en materia de servicios, inversiones, mecanismos de solución de controversias y compras públicas, entre otros.
El trabajo conjunto con los países vecinos, especialmente si somos capaces de identificar las complementariedades de los sectores productivos de las distintas naciones, nos traerá beneficios mutuos. Esto se puede lograr ya que Chile tiene una amplia red de acuerdos comerciales que pueden favorecer las alianzas mencionadas.
De esta forma, para actuar verdaderamente como un país plataforma de negocios e inversiones, el sector manufacturero requiere avanzar en la homologación aduanera, en la paridad de criterios en normas técnicas, en la facilitación de los trámites, en los pasos fronterizos y en mejorar la infraestructura de la comunicación terrestre.